Remedios pintó con dedicación, con amor, con fervor, hasta que su corazón estalló una tarde de otoño de 1963.
“Una mujer de grandes ojos color de miel contempla con asombro el mundo frente a ella.
De su mirada nacen, como de un surtidor nimbado por los rayos del sol, un conjunto de seres y de acontecimientos maravillosos: fósiles ideales, foliaciones, cristales, la noche
galáctica de los bosques y de los peñascos, palacios livianísimos hechos de luz, insectos de vidrio, carnosos frutos en rotación, mares y ríos de crespas olas oscilantes, nebulosas condensadas, árboles y gatos y pájaros magnéticos, muchachas translúcidas, magos que han vencido a la gravedad.
La mujer parpadea. Los hilos que emanan de su visión, como en los sueños o en las revelaciones de los grandes videntes, penetran dulcemente los secretos de la noche y los astros.
De pronto la mujer abre los brazos, a estas alturas ya convertidos en un par de alas, y echa a volar. Remedios, Remedios, Remedios, gritan las criaturas que la observan, sujetas al poder de su encantamiento.
Remedios, decimos nosotros, haciéndonos eco de la fascinación que recorre el bosque estremecido: Remedios Varo.”
De su mirada nacen, como de un surtidor nimbado por los rayos del sol, un conjunto de seres y de acontecimientos maravillosos: fósiles ideales, foliaciones, cristales, la noche
galáctica de los bosques y de los peñascos, palacios livianísimos hechos de luz, insectos de vidrio, carnosos frutos en rotación, mares y ríos de crespas olas oscilantes, nebulosas condensadas, árboles y gatos y pájaros magnéticos, muchachas translúcidas, magos que han vencido a la gravedad.
La mujer parpadea. Los hilos que emanan de su visión, como en los sueños o en las revelaciones de los grandes videntes, penetran dulcemente los secretos de la noche y los astros.
De pronto la mujer abre los brazos, a estas alturas ya convertidos en un par de alas, y echa a volar. Remedios, Remedios, Remedios, gritan las criaturas que la observan, sujetas al poder de su encantamiento.
Remedios, decimos nosotros, haciéndonos eco de la fascinación que recorre el bosque estremecido: Remedios Varo.”
“El telar de las apariciones” de Francisco Serrano
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