Esta mañana me he acordado de una canción de María Dolores Pradera que yo cantaba mucho y en los tiempos de los ejercicios de memoria emotiva en la Escuela de Nancy Tuñón.
La gran bruja blanca como la llamábamos las alumnitas, hacía suya una versión libre del “método” de Stanislavski pasado por el desenfreno bonaerense y te llevaba por una senda de catarsis personal para aprender a adentrarse en lo que más miedo nos daba, nosotras mismas.
Dentro de nosotras estaba el misterio de la creación del personaje, la conexión íntima entre la Julieta de Shakespeare traducida por Pablo Neruda con nuestra Julieta, la de cada una, conectada con su primer Romeo, en un balcón o coche o plaza de pueblo… el intransferible primer chispazo del amor. En estos paseos por el lado salvaje de una misma, Nancy desde la oscuridad de su rincón, dándose aire con el abanico nos enseñaba a hacer propias las palabras de un autor y llenar a un personaje de nuestros miedos e ilusiones, de los recuerdos que nos sirven como una llave mágica que abre puertas insospechadas. Nosotras teníamos poco que ver con la Blanche Dubois escrita por Tenessi Willians, pero si con su sensibilidad extrema, con el miedo a la barbarie de los Stanlies Kowalsky, el superviviente de la edad de piedra, que solíamos encontrar cuando rondábamos los bares en busca de aventuras luminosas.
Quitándole capas de la costra de la máscara social, llegando sin pudores a la sensibilidad desgarradora que conectaba con nuestro lado oscuro, ella nos iba guiando un pasito más allá y nos llevaba hasta el vergel de “Las Criadas” de Genet o el gato muerto de “Así que pasen 5 años”.Dentro de nosotras estaba el misterio de la creación del personaje, la conexión íntima entre la Julieta de Shakespeare traducida por Pablo Neruda con nuestra Julieta, la de cada una, conectada con su primer Romeo, en un balcón o coche o plaza de pueblo… el intransferible primer chispazo del amor. En estos paseos por el lado salvaje de una misma, Nancy desde la oscuridad de su rincón, dándose aire con el abanico nos enseñaba a hacer propias las palabras de un autor y llenar a un personaje de nuestros miedos e ilusiones, de los recuerdos que nos sirven como una llave mágica que abre puertas insospechadas. Nosotras teníamos poco que ver con la Blanche Dubois escrita por Tenessi Willians, pero si con su sensibilidad extrema, con el miedo a la barbarie de los Stanlies Kowalsky, el superviviente de la edad de piedra, que solíamos encontrar cuando rondábamos los bares en busca de aventuras luminosas.
Hoy, escuchando otra vez “Pa todo el año” me he acordado de cuando cantaba para coger el camino que me llevaba hasta dentro del laberinto y sobre todo de Nancy que nos enseñó donde estaban las puertas de la percepción del actor del “método” y nos invitó a pasar al otro lado.
Maria Dolores Pradera – Pa Todo El Año
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